PERSONAJE DE FICCIÓN REAL
Ruby Sparks es
un film con un guión cautivador, atrapante, intrigante, mágico, literario, casi
peculiar y a su diferente manera romántico. La introducción te presenta a una
misteriosa mujer, a la cual no se le ve la cara, pero intuyes des del segundo
cero que es Ruby Sparks (Zoe Kazan). Acto seguido, diciéndote que lo que acabas
de ver es un sueño de Calvin Weir-Fields (Paul Dano), conoces al otro personaje
protagonista, y ves cuáles son sus necesidades, sueños, personalidad, carácter,
mentalidad, comportamiento habitual y estilo de vida. El guión intercala
secuencias de otro momento de la historia, mientras te muestra otro; para
ayudarte a meterte aún más rápido y mejor, en la cabeza del personaje
principal. Te va dando pequeñas pistas de lo que va a suceder dentro de poco. De
repente y sin previo aviso, pero predeciblemente, ves como Ruby Sparks cobra
vida y salta de las páginas que está escribiendo Calvin Weir-Fields. La
situación se vuelve tan surrealista y emocionante de forma distinta a la
habitual, que resulta hasta gracioso. Posee los típicos chistes picantes, que
hacen referencia a la necesidad machista de algunos hombres, de tener una mujer
complaciente a varios niveles. Tiene unos gags muy graciosos, porque se burla
de esas parejas que se pasan el día juntos como dos lapas y no se separan ni
para ir al baño. El guión liga los sueños de Calvin Weir-Fields con la
realidad, mediante diálogos que hayan dichos otros personajes anteriormente. Parte
de la idea del guión parece estar inspirada en Weir Science (David Grossman, Max Tash, etc… 1994), pero en este
caso es involuntariamente; la otra parte parece estar sacada de la vida de
Víctor Frankenstein. Ciertos momentos de guión son demasiado previsibles. Exactamente
de la misma manera que entra Ruby Sparks en la vida de Calvin Weir-Fields,
sale; idénticamente, pero obviamente al revés. De golpe, el guión te enseña un
acontecimiento importante, impactante y sorprendente, que cambiará felizmente
la vida de Calvin Weir-Fields, y le dará una segunda oportunidad (en cierta
forma lo había predicho un poco anteriormente). Tiene un final feliz,
reconciliador, que genera sorpresa, romántico, que te deja pegado a la butaca
alucinando y espectacularmente interesante.
Hay un detalle que si te
fijas bien, prestas la suficiente atención y miras en el lugar adecuado, lo
verás perfectamente, por insignificante o casi invisible que sea, tanto que te
será imposible no verlo: En la secuencia de la cena, donde Calvin Weir-Fields
le presta a Ruby Sparks a su hermano, cuando Paul Dano se levanta de la silla,
ya sea por una mala colocación de la ropa, una ilusión óptica o un material de
atrezzo en una mala posición, el caso es que cierta parte del cuerpo de Paul
Dano aumenta radicalmente siendo casi deforme; pareciendo por un segundo Kim
Kardashian.
La película te transmite
el mensaje de que las casualidades no existen: todo ocurre por una misteriosa,
curiosa, extraña y desconocida razón en particular. En la vida te puedes
encontrar con experiencias que te dan valiosas lecciones que recordaras toda tu
vida. La inspiración te puede venir en cualquier momento, incluso en el más
inesperado. Hay gente con tanto talento, que son genios y van más avanzados que
los demás. Algunas personas te dan la libertad, felicidad y amor que tanto necesitabas
y estabas buscando. Existen sueños que se hacen realidad. La gente cambia
(alguna). A veces es necesario tener tu propio espacio. Hay gente que no sabe
lo que quiere. Un gran poder con lleva una gran responsabilidad (como dice
Spider-man), también puede corromper a una persona si no está preparada para semejante
poder; no es el poder, es el individuo. La vida da muchas vueltas, y a veces
nos da una segunda oportunidad de la manera más increíble.
Jonathan Dayton y Valerie Faris utilizan el fundido a negro para separar
el relato en diversos capítulos cortos, pero no demasiado. Con unos planos muy
concretos, intentan transmitir la idea, de que Calvin es un titiritero, Ruby
Sparks es su títere y la máquina de escribir que usa son los hilos.
Nacho Miret
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