LO MISMO DE SIEMPRE
Mission Imposible: Fallout es un film con un guión intenso, cautivador,
emocionante, previsible, nada innovador y con la misma narrativa de siempre,
calcada a la de las anteriores entregas de Mission
Imposible. La introducción te muestra el mayor miedo y anhelo al mismo
tiempo, de Ethan Hunt (Tom Cruise), en forma de pesadilla apocalíptica y
metafórica. Sutil pero evidentemente te dice la supuesta amenaza a la que se
debe enfrentar Ethan Hunt. Acto seguido te cuenta el peligro que debe afrontar;
diciéndote que no es nada nuevo, ya que es algo de la entrega anterior y
predecible. La estructura de los guiones de Mission
Imposible no aportan nada de nuevo, son todos idénticos, en cuanto a la
trama, de manera repetitiva. Por lo tanto, es mejor dejar de h hacer secuelas
de Mission Imposible, porque ya están
muy gastadas. Como era de esperar, la situación se complica des del principio y
la intriga va aumentando exponencialmente. Ethan Hunt se vuelve cada vez más
descuidado, ya es hora de retirarse. De repente y sin previo aviso, pero de
forma intuitiva y previsible, el guión te enseña una brillante jugada de Ethan
Hunt y su equipo para adelantarse al equipo. Como manda la tradición, el guión
hace flashfordwards en los créditos iniciales. Las circunstancias se ponen
trepidantes e interesantes en pocos minutos. Resulta bastante decepcionante,
que te hagan creer que Agust Walker (Henry Cavill (más conocido como Superman)),
sea una especie de superespía imparable e invencible y que después sea muy
fácil derribarle y noquearlo, siendo todo lo contrario de lo que te habían
hecho creer subliminalmente. Con el porte que tiene el actor, hay que
aprovecharlo en vez de desaprovecharlo (además interpreta a Superman, así que es
un punto a favor para hacerlo invencible). La situación se pone cada vez más
emocionante. Como ya se sabe, no pueden faltar los habituales momentos
cinematográficos de puro espectáculo. De golpe el guión, te explica un dato
sobre uno de los personajes, que lo cambiara todo (la opinión que tenías sobre
ella) y que llega a ser sorprendente e impactante. Después da un giro completo,
que te revela la verdadera identidad e intenciones de uno de los protagonistas.
El guión te deja una duda sin respuesta: Como es que Solomon Lane (Sean Harris)
en esta entrega no usa gafas y en la anterior si, se ha operado la vista
mientras estaba en prisión?. La única diferencia es mínima, simplemente es más
trágica y lúgubre. Tiene un final feliz, vengativo de forma diferente a la
habitual, reconciliador, romántico, revelador, amistoso, predecible e
interesante.
La interpretación de Sean
Harris es impecable, magnífica, agradecida, auténtica y que ayuda a que todo el
engranaje que hace que su personaje se mueva, funcione perfectamente. Las
interpretaciones de este tipo, son muy favorables para los guiones, porque
ayudan a que el espectador se sumerja de lleno en el relato que te están
contando, empatice con todos y cada uno de los que aparecen en la historia que
explican, incluyendo el suyo y todo fluya mucho mejor. Es decir, que este nivel
interpretativo que tiene Sean Harris, es muy necesario en determinadas
películas en concreto, porque son las que hacen que el guión funciona mejor,
tenga más fuerza y eficacia en el espectador.
La película te transmite
el mensaje de que el Kharma no existe: recoges lo que siembras; el Kharma
castiga y el Dharma recompensa. La corrupción está en todas partes, incluso en
las más altas y protegidas; es un virus que se extiende como la peste. Para
ganar a veces hay que ser creativo. Existen parejas complicadas, pero
perfectas, que se ayudan mutuamente de manera que encajan como piezas de puzle.
Nunca bajes la guardia, podría ser un enorme error. Las apariencias engañan. Todo
el mundo tiene secretos, algunos peores que otros. Cuando eres el enemigo
público número uno, hay demasiada gente que te quiere ver muerto/a. En algunos
mundos, es mejor no entrar nunca, porque te expones a un peligro constante.
Christopher McGuire utiliza efectos visuales como el humo, para
conseguir una transición de secuencia perfectamente invisible y cordinada.
Nacho Miret
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